domingo, 15 de febrero de 2009

El pasajero de la poltrona 44

Ya cometí el primer error, sin consecuencias afortunadamente, producto de la falta de sueño: boté el tiquete para reclamar mi equipaje en el bus que me trajo de São Paulo a Brasilia.

Estuve todo el día en SP dando vueltas, viendo llover. La lluvia me cogió en el centro comercial D (acá los llaman shopping center), cercano a la estación rodoviária de Tietê. Había pensado alquilar una habitación por horas (si, como en un motel) para poderme bañar y dormir un par de horas, pero me tocó almorzar y vitriniar en el centro comercial todo el día, mientras amainaba el chaparrón. Cuando dejó de llover, salí directo para la rodoviária y me monté al bus. Me esperaba un viaje de 15 horas, que en realidad, por la magia del cambio de horario de verano, fueron solo 14; de nuevo, en solo 2 días, había viajado en el tiempo: en el vuelo Bogotá - São Paulo, había pasado 6 horas, pero mi reloj decía que habían sido 9. Ahora, mi reloj había recuperado 1 hora.

El viaje en bus fue cómodo (las autopistas brasileras son verdaderas autopistas), a pesar de tener el baño del bus inmediatamente atrás de mi asiento. Creo que no noté especialmente ese detalle porque en este momento huelo peor que dicho baño. Pero solamente pude dormir unas 2 o 3 horas en total. Tal vez por eso tuve que presentar mi pasaporte para que confirmaran que el pasajero de la poltrona 44 efectivamente era el propietario del morral que quedaba sin reclamar en la bodega del bus.

Qué extraño de Colombia: los precios.
Qué no extraño de Colombia: esas trochas a las que el Ministro de Transporte tiene el descaro de llamar carreteras.
Banda sonora del viaje: casi como una epifanía, Shape of my heart de Sting.

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