jueves, 19 de febrero de 2009

La magia del laberinto


Inclusive desde que me bajé en la estación rodoviária de Salvador, e hice una cola de 1 hora para cambiar unos dólares, se puede sentir el alma de esta ciudad. Es algo indescriptible, que ahoga los sentidos y calla cualquier palabra. Es, simplemente, vida.

Llovió gran parte de la tarde y la noche terminó con Beth, mi anfitriona, su vecino y yo, hablando un poco de política, literatura y cine. Bueno, yo creí que decía cosas coherentes en mi portugués chapuceado y ellos siempre pusieron cara de que me entendían. Cuando la cosa pasó a la parte musical, el vecino sacó su guitarra y cerramos la noche con casi 10 canciones de Radiohead. Odié por un momento a los brasileños, todos saben cantar y tocar guitarra y yo ni siquiera afino una sola, pero me tranquilicé y me dejé llevar por los ritmos de Thom Yorke y sus muchachos antes de que se volvieran tan "experimentales".

Hoy salí con Beth a comprar unos disfraces para uno de los blocos que sale esta noche, el Bloco dos Masquerados, donde todos tienen que ir disfrazados. Recorrimos una zona parecida a San Victorino, llena de almacenes de chucherías y congestionadas de carros y gente a mas no poder. Conseguimos un sombrero de arlequín y un bastón-sonajero para mi, y una corona y una peluca para Beth. Allí ella me despidió, porque se iba a visitar a su mamá y yo salí para el Pelourinho (los baianos decimos o Pelô) a ver qué tanto era el escándalo.

Y el escándalo es mucho. Gigantesco. Las calles curvas, que suben y bajan, sin ningún sentido ni orden, son el recorrido de un laberinto increible de iglesias, casas, plazas, iglesias, casonas, iglesias, fuentes e iglesias. Y mas iglesias. En menos de 10 cuadras es posible toparse con 5 o 6 iglesias. Bueno, cuadras según la medida colombiana, porque las calles son interminables o, simplemente, tienen 1 casa de largo. No hay orden, no existe el plano cartesiano que los españoles diseñaron para nosotros. Muchas construcciones son solamente la fachada, vacía, hueca por dentro. Todas están roidas y carcomidas por la brisa marina, como si estuvieran en La Habana. Y todas las calles están llenas de gente, a reventar, porque a diferencia de Cartagena, en el centro histórico de Salvador viven los habitantes de verdad: negros, mulatos y blancos que han vivido toda su vida acá, y no especuladores de otras ciudades, que se hacen ricos con tierras que nunca visitan. De nuevo, Salvador es vida. Como escribí en el título del anterior escrito, es el corazón de Brasil.

Almorcé en un restaurante de comida baiana por peso; cada kilogramo de comida cuesta 17.9 reales (como $17.900 pesos), pero solo pude con 670 gramos. Seguí perdiéndome en calles y mas calles, donde todos están listos para iniciar el Carnaval. Encontré, sin buscar, la Casa de Olodum, y la plaza donde se reunen mas de 10 mil personas en el bloco de Filhos de Ghandy. Bajé al Mercado Moderno, en búsqueda de uno de los hitos geográficos mas importantes: el Elevador Laserda. Me metí entre calles, talleres, avenidas, parques, edificios de cristal y edificios casi podridos. Subí por el Elevador y volví con el ánimo renovado al apartamento, listo para la fiesta de esta noche.

Qué extraño de Colombia: que, por ahora, los carros no parquean donde se les da la gana.

Qué no extraño de Colombia: el cartesianismo, inclusive, en la cultura ciudadana.

Banda sonora de la noche anterior: High and Dry, de Radiohead y Un vestido y un amor de Fito Páez

1 comentario:

  1. Hola Oliver, me alegra encontrar un bloguero Colombiano, te felicito por tu blog. Te invito a visitar el mio. http://promoydescuentos.blogspot.com/. Mucha suerte.

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