lunes, 23 de febrero de 2009

En Rio, al borde del cansancio

La tierra de Rubem Fonseca, de Cartola. Rio de Janeiro. Llegué en avión, tratando de optimizar mis tiempos en el Carnaval, no perder ni un día. A las 6pm salía del aeropuerto internacional de Rio rumbo a mi destino, por lo que el atardecer me cogió a lo largo de mi viaje hasta Botafogo. La energía de la ciudad es muy poderosa y contagia inmediatamente; calles no muy bien mantenidas, pero limpias y amplias, edificios inmensos, plazas, parques, glorietas, donde se mezclan el acero, el vidrio y las viejas construcciones.

Llegué al hostal, donde había reservado por internet una habitación privada con baño compartido, y me encontré con la primera sorpresa desagradable de Brasil: el dueño me dijo que el sitio a través del cual había hecho la reserva había sobrevendido el hostal, y la habitación ya estaba ocupada. Me dió la primera noche gratis y las otras 3 a mitad de precio con descuento en la habitación compartida, pero de todas maneras me sentía muy "uy Echeverry, como que nos tumbaron". Me acomodé en la pieza, ya habitada por dos gringos, una australiana y un sujeto de origen desconocido, poco amigable, que hablaba un extraño inglés. Así pasé de chapucear portugués a chapucear inglés.

Salí con los gringos a comer a un restaurante cercano y luego fuimos al sambódromo a ver si conseguíamos forma de entrar; anteriormente en una página de mochileros que había visitado, un carioca recomendaba las localidades buenas y las malas para ir al sambódromo, entre las malas estaba el setor 06. No se necesita mucha astucia para sospechar que fue de ese sector de donde compramos boletas revendidas a 15 reales. Básicamente no se veía nada, pero a pesar de eso la experiencia es increible. Vimos el desfile de 2 escolas, entre las 11:30pm y la 2:30am. Antes de que saliera la última escola salimos para el hostal, porque no podíamos mas de las piernas.

Cada desfile de cada escola dura como 1 hora y media, y se compone de 5 o 6 carros (carrozas) y un multitud increíble de bailarines que van a pié. Las carrozas son simplemente increíbles, son inmensas, se mueven en todos los sentidos y tienen a mas 20 actores adentro, que representan (bailando) el tema del carro que se enmarca dentro del tema general de la escola. Todos bailan y cantan con unos trajes de colores y formas increibles. No hay barroco lo suficientemente barroco como para entender las volutas dentro de las volutas de la decoración de carrozas y trajes. Son montajes teatrales completos, al ritmo de una pista musical (siempre es la misma) sobre la que los cantantes de la escola cantan durante hora y media las mismas 4 estrofas. Los asistentes deliran y se mueven a mas no poder al ritmo de la samba interminable. No llevé la cámara por razones de seguridad.

Al salir del sambódromo iniciamos una aventura en el transporte público carioca. El metro estaba cerrado (cierra a las 11pm) así que caminamos unos 30 minutos buscando una parada de bus urbano. Atravezamos plazas y edificios antiguos y hermosos, y una fiesta gay al aire libre: ni siquiera en Teatrón había visto tantos maricas juntos. Finalmente llegamos a la parada del bus donde esperamos 10 minutos a que apareciera uno que nos dejaba medianamente cerca del hostal. Arrastramos nuestros pies hasta la habitación y dormí algo, lo suficiente como para pararme en la mañana y salir a visitar Copacabana.


Por medio del metro (que es bueno, limpio, rápido y caro) me acerqué a la playa y caminé embelezado del espectáculo de miles y miles de personas rostizándose al sol. Volví a almorzar al restaurante cercano al hostal y salí para un bloco que estaba tocando a unas 10 cuadras.



Los blocos acá son muchísimo mas pequeños que los de Salvador, pero solo tocan samba, contagiosa, imparable. Solo pude estar media hora, porque un ataque de cansancio me está consumiendo. No se si es la desilución del hostal, el calor sofocante, o tantos días juntos de rumba, pero siento que no puedo mas. Voy a tratar de descansar, porque esta noche vamos a intentar entrar a una de las buenas localidades del sambódromo y quiero llevar mi cámara. De todas maneras, y debido a que voy apenas por la mitad de mi viaje, hice unas cuentas para ver si el cansancio es estructuctural o solamente coyuntural:

Días de rumba: 5
Horas de viaje en bus: 40
Litros de cerveza consumidos: 9
Kilómetros recorridos: 3.000 aprox

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