sábado, 14 de febrero de 2009

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São Paulo se extiende bajo el avión como una telaraña de luces. Tiene algo mágico la forma en la que aparece lentamente detrás de un pequeño cerro. Luego de 6 horas de tratar de acomodarme en una silla para enanos, era el recibimiento mínimo que esperaba.

Son las 7am de São Paulo, pero las 4am en Bogotá... y estoy despierto (me imagino que por la emoción) como un bombillo. Espero que no me dé el ataque de sueño de manera repentina, en cualquier momento.

El aeropuerto, pues bueno, muy grande. Inmigración, haciendo gala de inoperancia (12 "cajas", pero solo 5 "cajeras"), y ya se comienza a sentir el costo de esta ciudad; el pasaje hasta una de las terminales de transporte, desde donde voy a coger bus para Brasilia, cuesta 30 reales (mas o menos 1 real son mil pesos) por 25 km de recorrido. Es decir, mas de un real por kilómetro. La hora de internet vale 10 reales, la caja de seguridad para guardar la maleta 7 reales, la entrada al baño de la terminal, 1.

Pareciera que todas las terminales de transporte fueran diseñadas por la misma persona: Rodoviária Tietê es como la terminal de Manizales o Cali, cemento y mas cemento, solo que 10 veces mas grande. Todo es mas grande, no por nada, estoy en el país mais grande do mundo.

Que extraño de Colombia: la eficiencia de inmigración.

Que no extraño de Colombia: el desorden.

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