sábado, 21 de febrero de 2009

Trotamundos por una hora

Tengo que aceptarlo: siempre quise ser como Anthony Bourdain. Que me pagaran por viajar por los lugares mas locos del mundo, comiendo y bebiendo sin parar. Sin muchas pretensiones, alcancé, durante unos dorados momentos, a serlo.

Salí con la firme intención de usar mis excedentes económicos de esta parte del trajecto para comprar algunos recuerdos en el Mercado Modelo. Intenté coger un bus (sigo en mi política de "ser un baiano mas") que me acercara a mi objetivo, porque la caminada de 1 hora y media que me hice ayer ya no me antojaba.

Pobre iluso. Después de 3 días de carnaval corrido, no hay la menor posibilidad de coger un miserable bus en Barra. Caminé de nuevo, resignado, hasta llegar a las puertas de Campo Grande. Inclusive intenté una ruta nueva, y logré llegar sin perderme. Me sentía el mas experto de los expertos. Rápidamente, una multidud corriendo, escapando de una pelea callejera, me convirtió de nuevo en el turista bogotano que soy: estaba en medio del desfile de Campo Grande (circuito de Osmar), estrecho, peligroso. Decidí (aplicando la nueva filosofía que se impone a todos los que pasamos de cierta edad) que el Mercado Modelo quedaba lejos, era costoso y peligroso. Además ya había estado ahí. Entonces, tuve que volver a Barra, por otra ruta nueva (tampoco me perdí) buscando un restaurante para desquitarme de las desiluciones y aprovechar el par de reales que tenía de sobra; no quería mas comida por kilos (de todas maneras, nunca logré superar la marca de los 750 gramos) y no me iba a ir de Salvador sin probar una suculenta moqueca (cazuela).

Decidí que había llegado el momento de emular a Bourdain, así que entré a un restaurante en la playa, y pedí una Moqueca de camarones con pescado (nótese que escribí Moqueca con M mayúscula). Mientras llegaba, me bajé 600 ml. de Skol, tal vez la mejor cerveza de Brasil. Cuando llegó mi plato, ya estaba un poco contento, pero aún así comenzó la batalla. Hirviendo, la moqueca intentó defenderse de mis ataques, pero fue vencida (aunque al final un regimiento de camarones opuso resistencia) luego de una hora de batalla. Para celebrar la victoria, decidí bajarme 2 caipirinhas de maracuyá. Pagué y salí un poco prendidito (de las paredes) a recuperarme en el apartamento, porque esta noche voy a ver a Daniela Mercury y, especialmente, al gran Carlinhos Brown.


Las únicas diferencias con Bourdain fueron que no tuve un productor que me llevara hasta el hotel, ni me pagaron por la proeza; es mas, tuve que pagar por ella. Pero fui trotamundos por una hora.

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